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Artículo publicado en Heraldo de Aragón, el 26 de febrero de 2018 Por Vicente Guillén, Consejero de Presidencia del Gobierno de Aragón |
Cuentan los libros de historia que, al comienzo del Renacimiento, en el siglo XVI en el Reino de Aragón, los diputados de la Diputación General del Reino eran elegidos por un proceso de insaculación. Este proceso se realizaba en Zaragoza cada 3 de mayo de manera anual escogiendo en 8 bolsas a cada uno de los 8 diputados, dos de cada uno de los brazos en los que se componía el Reino (Clero, Alta Nobleza, Baja Nobleza y las Villas y Ciudades). En cada bolsa se introducían las bolas de cera con los nombres de aquellos posibles representantes, ya fueran obispos, ricoshombres, aristócratas o burgueses de Zaragoza, y un niño inocente se encargaba de sacarlas. Cada diputado era retribuido con 3.000 sueldos jaqueses al año por su función. Podemos afirmar que, siendo este sistema uno de los más representativos de la época, no era un modelo democrático porque, entre otras cosas, carecía del imprescindible sufragio activo o pasivo femenino condenando a la mitad de la población a carecer de representantes.
La semana pasada en el Congreso de los Diputados en Madrid, los representantes de los partidos políticos Podemos y Ciudadanos se reunieron para llevar a cabo una «coordinación permanente» que inicie una reforma electoral en la que básicamente se prime los resultados de Podemos y Ciudadanos. Existe extensa literatura en la hemeroteca sobre los improperios que los representantes de Podemos han dedicado, en los últimos tres años, a los responsables del Partido Socialista cada vez que han tenido una reunión con el partido Ciudadanos. No me centraré en eso porque entiendo que, para algunos, lo que ayer era negro, hoy puede ser gris casi blanco.
Pero centrémonos en el asunto que motiva estas líneas. Las propuestas que desde Podemos se ofrecen a Ciudadanos siempre pasan por favorecer a Podemos y a Ciudadanos para que, con los mismos votos, obtengan más escaños. Además, ofrecen rebajar a 16 años la edad electoral porque esperan que quizá así sus expectativas electorales en descenso mejoren. En el último barómetro del CIS, si miramos los doce colectivos socioeconómicos en los que se divide la muestra, Podemos sólo era la fuerza más votada entre «Estudiantes». Los expertos en la materia afirman que existen tantos argumentos a favor (mayor representatividad) como en contra acerca (mayor vulnerabilidad y cortoplacismo) de esta medida. Además, se pretende reformar la fórmula matemática que reparte los escaños (D»Hondt) por otra (Saint Laguë) que favorece siempre al que queda tercero, que tradicionalmente solía ser IU y ahora es Podemos (o Ciudadanos).
Sin embargo, lo más preocupante sería, por supuesto, la modificación de los distritos electorales para primar a las zonas más pobladas, a través de un aumento en el número de los diputados o mediante sistemas mixtos de doble lista como en Alemania. Así, reducirían la representación de los ciudadanos de la «España Vacía», cuyos problemas, empezando por la propia supervivencia en la segunda mitad del siglo XXI, van a ir en aumento. Cuando alguien pretende otorgarle la misma representación en el Congreso a los 136.000 habitantes de toda la provincia de Teruel que a los habitantes de una ciudad de 136.000 habitantes de la periferia de Madrid o Barcelona, por motivos únicamente partidistas y coyunturales, condena en las décadas futuras a una reducción de inversiones (¿El FITE ¿La culminación de la A-68 hasta Castellón ¿El corredor Cantábrico-Mediterráneo ) donde más imprescindibles resultan. Los aragoneses no podemos poner en cuestión nuestra representación y nuestra democracia con extravagancias particulares que favorecen los intereses particulares de sus promotores a costa del futuro de todos. Invito a los distintos partidos a que prueben a mejorar sus resultados y logren más apoyos del electorado para así tener más diputados en Madrid. Ésa sigue siendo la única forma aceptable de ser representante de nuestros ciudadanos.