Artículo publicado en Heraldo de Aragón, el 12 de febrero de 2018 Por Pilar Alegría, Consejera de Innovación, Investigación y Universidad del Gobierno de Aragón |
Naciones Unidas decidió en 2015 dedicar el 11 de febrero al Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. No es una acción más de promoción de la igualdad de género, sino un intento de paliar una situación paradójica y probablemente causada por barreras culturales ocultas o difíciles de identificar: mientras que la mujer ha ido ganando cuotas de presencia en el alumnado de las universidades de todo el mundo, las disciplinas técnicas –ingeniería y arquitectura especialmente– siguen atrayendo menos su atención.
No es un tema baladí. De alguna forma nuestra sociedad está perdiendo una parte de su capital humano cuando la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas cobran más protagonismo a la hora de definir nuestro modo de vida y nuestro sistema de producción. También es probable que las mujeres estén siendo víctimas anticipadas de estereotipos culturales y techos de cristal específicos de esas disciplinas, que condicionan su vocación y su desarrollo profesional.
Este curso en la Universidad de Zaragoza estudian 14.473 chicas, un 54% del alumnado. Sin embargo, en la Escuela de Ingeniería y Arquitectura, de 3.800 alumnos solo mil son mujeres. Hay otros datos que apuntan a que la brecha de género se está empezando a romper o que, al menos, se resquebraja un poquito. En la Facultad de Ciencias, hay más chicas que chicos; y en carreras como Biotecnología o Química, el liderazgo femenino es indiscutible.
Las barreras se pueden romper, lo demostraron en 1929 Vicenta Arnal, Ángela García de la Puerta o María Antonia Zorraquino convirtiéndose en las primeras doctoras en Ciencias de España, y lo hicieron en la Universidad de Zaragoza. Ellas lo lograron, y muchas otras lo han hecho desde entonces.
Debemos ser más activos a la hora de fomentar las vocaciones científicas entre las mujeres, ya que no hay ninguna razón objetiva para que esa opción no sea considerada entre las primeras por nuestras universitarias. Mientras, una mirada mínimamente crítica nos permitirá ver enseguida que no hay muchos referentes femeninos en esas disciplinas –es un problema general, no algo exclusivo de España–. Encontraremos que hay una presencia de mujeres en el escalafón profesional cada vez menor conforme se mira más arriba. Recientes investigaciones han constatado que las investigadoras tienen más dificultades para publicar y son menos referenciadas que sus colegas masculinos sin otra explicación plausible que un sofisticado y oculto sesgo discriminatorio.
Hay incluso quien señala la persistencia de prejuicios en las familias a la hora de orientar a las hijas en una u otra dirección a la hora de elegir los estudios universitarios. Y desde luego no podemos dejar de señalar que vivimos rodeados de imágenes (medios de comunicación, industria del entretenimiento, publicidad) que siguen priorizando de forma torpe y ‘casposa’ roles femeninos alejados de la ciencia, la tecnología y los conocimientos de vanguardia.
Las mujeres hemos conquistado metas muy importantes en materia de igualdad, y a menudo en terrenos más difíciles que este. Por eso estoy segura de que también podremos entre todos llevar la presencia de la mujer en el mundo científico-técnico a niveles naturales de equilibrio y elección verdaderamente libre de prejuicios.
Para ello es importante aprovechar ocasiones como la que nos brinda Naciones Unidas, a la que se han sumado numerosos centros de ciencia y tecnología de Aragón. Hay que insistir para eliminar cualquier barrera –explícita u oculta– que discrimine el desarrollo profesional de las mujeres en este campo, pero sobre todo tenemos que abrir las puertas al futuro a las niñas. Está más que probado que en edades tempranas tienen inclinación y capacidades iguales o mayores que los niños para la ciencia, la tecnología y la resolución de problemas. Nuestro objetivo tiene que ser que esas puertas no se cierren nunca. Que sean ellas las que decidan su futuro con libertad y ambición, sin ataduras ni prejuicios. No solo es algo de justicia, sino que seremos una sociedad más completa, más equilibrada y con muchísimo más capital intelectual.