Nuevos derechos de ciudadanía

El diputado socialista Jesús Membrado repasa y analiza en un artículo de opinión las leyes, iniciativas y otras medidas impulsadas en materia de derechos ciudadanos por el Gobierno socialista en un año y medio de gestión.

Los cambios que nuestra sociedad genera suelen ir de manera excesivamente

habitual por delante de los derechos y su regulación en la mayoría de los casos.

Por su parte, el sistema democrático, si por algo se caracteriza y valora es por

su capacidad para aceptar esos cambios y convertirlos en tolerancia, pluralismo,

respeto al distinto, libertad para expresarse y diálogo como fórmula para

resolver problemas.

Cuando no se avanza en este sentido y hay un parón, lo que se produce siempre

es un retroceso a la vez que distanciamiento entre la realidad cotidiana que

viven, disfrutan o padecen los ciudadanos y la vida institucional o política.

Cuando no se cree en esta necesaria adaptación, se generan actitudes prepotentes

y autoritarias, tanto sobre las ideas del contrario como sobre las

reivindicaciones sociales o las opiniones de medios de comunicación. Los últimos

años del gobierno popular o su estancia en la oposición que practican ahora,

tienen un denominador común: evitar cambios, conservar el modelo existente o

impedir reformas que la vida cotidiana ha sido capaz de asumir. Y no es sólo una

táctica coyuntural, sino una razón básica de su ideario. Para ellos, la

transición política o la constitución más restrictiva parecen ser el listón más

alto al que nuestro sistema democrático puede evolucionar. Quien amplíe o genere

nuevos derechos, quien adapte y reglamente realidades y cambios a una sociedad

como la nuestra en constante evolución, es un peligroso soñador o un ingenuo

izquierdista.

De ahí que no entiendan algunas reformas cuyo objetivo es mejorar la calidad

de nuestra democracia y producir importantes avances de nuestra sociedad civil,

como la reforma de la ley del divorcio o la reforma de legislación para que

puedan producirse matrimonios entre personas del mismo sexo. Por ejemplo, la

modificación del divorcio agiliza los procesos y reduce los elementos que

convertían la separación y el divorcio en conflictivos; y la posible realización

de matrimonios entre personas del mismo sexo contribuye a dar salida a una

realidad de un numero creciente de ciudadanos que quieren organizar su vida con

fórmulas que merecen el reconocimiento jurídico y la protección suficientes para

asegurar la igualdad entre todos los españoles, como garantiza la Constitución.

Si por algo se ha caracterizado este escaso año y medio de gobierno

socialista, es por mejorar la calidad de nuestra democracia, tanto por los

nuevos derechos y nuevas formas de actuar, como por el cumplimiento de los

compromisos contraídos en el programa electoral. Sólo así ha sido posible ganar

apoyos y generar nuevas ilusiones en una parte importante de la sociedad

española.

Estamos, entonces, en una etapa de cambios importantes, repleta de nuevas

leyes y propuestas de futuras reformas transcendentales, como la futura ley de

igualdad o la de dependencia que incidirán en el terreno de los derechos

subjetivos de los mayores y del derecho de igualdad en todos los ámbitos para

las mujeres. Derechos de ciudadanía, pero sobre todo reconocimiento de

realidades distintas. A éstas habrá que añadir la reforma de los medios de

comunicación públicos que ha de producirse en los próximos meses, con el

consiguiente aumento de la objetividad informativa y la pluralidad que supone la

existencia de nuevos canales de televisión y radio que comenzaran a emitir a

finales de este año.

Todo este proceso reformista, a pesar del riesgo político que conlleva, no ha

hecho chirriar los engranajes constitucionales. Esto demuestra que con voluntad

política y apoyo parlamentario puede avanzarse. Flaco favor nos haría la Carta

Magna sino amparase derechos que la sociedad demanda. Por eso, utilizarla como

trinchera o apropiarse de ella en su literalidad más restrictiva ocasiona

crispación y enfrentamiento.

Por eso, dentro de este proyecto reformista estamos asistiendo a un debate de

contenido territorial como es la reforma de algunos Estatutos de autonomía. Este

es un debate que se arrastra de hace tiempo y es fruto de más de 25 años de

modelo autonómico que tienen una sociedad distinta, con nuevos retos y otros

problemas, a los que igual que en otras cuestiones antes enunciadas, hay que dar

respuesta.

Por eso no es un problema de carácter estrictamente nacionalista, sino de

cualquier proyecto político que opte por avanzar democráticamente y por

fortalecer el modelo autonómico de España. Las reformas en el ámbito de los

derechos individuales y colectivos deben acompañarse con las de contenido

territorial para concluir con las reformas de la Constitución en lo referente al

Senado; entre otros temas.

Estas cuestiones, que no son nuevas, fueron planteadas dentro del programa

electoral socialista y del discurso de investidura del actual presidente del

Gobierno. Estos cambios y reformas forman parte de un mismo paquete modernizador

del país.

Por eso, superar las descalificaciones y la apropiación interesada de la

«unidad de la patria» a la que se engarzan los populares es tarea compleja por

las mismas razones que ha sido imposible sumarlos al reconocimiento legal de los

derechos individuales de algunos colectivos. Evitar que algunos partidos

nacionalistas midan estas reformas sólo desde el ángulo territorial es tarea de

todos y responsabilidad exclusiva de ellos, a no ser que tengan en cuenta que

truncar el cambio reformista de este gobierno sólo beneficia a los sectores más

conservadores y perjudica a la sociedad civil y progresista.