Hace pocas semanas tuvo lugar uno de esos acontecimientos que no suelen ocupar los principales titulares de los medios de comunicación, pese a tener relación con una de las mayores riquezas de las que una sociedad puede disfrutar: el talento, la creatividad, la generosidad y la voluntad de servicio de uno de sus hijos. Nos referimos al zaragozano Odón de Buen, fallecido en México en 1945, y cuyas cenizas acaban de regresar a Zuera, el pueblo que le vio nacer en 1863, y en el que inició una extraordinaria trayectoria personal, cívica y científica muy ligada también a Mallorca. Una trayectoria que hace de este aragonés, padre de la oceanografía española moderna, una de las luces que lucharon contra las penumbras del atraso, del provincianismo, del sometimiento, de la injusticia, de la ignorancia y del dogmatismo, en una época de nuestra historia en la que para defender principios como el librepensamiento, la rectitud de conciencia, y los valores de la ciencia, de la libertad, de la justicia y del trabajo eran necesarios, unos especiales dones de sabiduría, fuerza de voluntad, y armonía interna.
Es imposible sintetizar en unas pocas líneas la importancia científica y humanística de Odón de Buen y del Cos, pero no podemos menos que recordar algunos de los rasgos de una biografía que se nos aparece como un modelo, como una verdadera lección de una auténtico maestro. Hijo de un modesto sastre, las extraordinarias dotes intelectuales que aflorarían desde su niñez le proporcionaron la ayuda económica que le permitiría primero cursar su bachillerato en Zaragoza, y más tarde su licenciatura de Historia Natural en Madrid, manifestando de inmediato su vocación oceanográfica en sus primeros trabajos de investigación, que llevó a cabo de acuerdo con la dualidad que siempre le caracterizó observando lo que se hacía en los países más adelantado del mundo, pero sin perder de vista las necesidades de la universidad española.
Su intensa actividad en defensa de las ideas republicanas y libeprensadoras, y la revolución que significó para la enseñanza de las Ciencias Naturales su acceso a la Cátedra de Zoología y Botánica de la Universidad de Barcelona, le valieron las represalias de los sectores más reaccionarios. Al ser considerado como uno de los principales introductores del darwanismo en España, fue excomulgado por el entonces obispo de Barcelona, el cardenal Casanyes, quién llegó a declarar herética su obra didáctica. Las acciones emprendidas contra él culminarían con su separación de la cátedra, en una decisión que poco después se vieron obligados a rectificar, ante las importantes movilizaciones de trabajadores y estudiante que se produjeron y que provocaron importantes disturbios durante varias semanas.
En el año 1906, Odón de Buen puso en funcionamiento en Porto Pi un laboratorio oceanográfico que sería el primero de una serie de instalaciones similares distribuidas en numerosas ciudades del litoral español, dando pie a la fundación del Instituto Español de Oceanografía. La comunidad científica ha reconocido su importante aportación dando su nombre a varia especies animales, como la Odondebuenia baleárica, el Porcelio Buen, o el Metopontus Bueni. Introdujo también en nuestro país la moderna cría artificial del mejillón, mostrando cómo el conocimiento de la naturaleza y el uso armónico y apropiado de ese conocimiento son herramientas para un verdadero progreso de la humanidad.
Pero más allá de todas las aportaciones que en el plano humanístico, político y científico debemos a la figura de Odón de Buen, lo que merece la pena ser destacado especialmente es toda su obra intelectual y social. Su obra exterior, la que nosotros podemos reconocer, se fundamenta no sólo en una excepcional inteligencia, don recibido de la naturaleza sino también en su trabajo interior, que le llevó a una determinada conciencia del mundo y de su razón de ser. La aventura científica y política de Odón de Buen, al igual que la de tantos otros intelectuales de su época, es inseparable de una aventura íntima de construcción personal discreta, que le condujo a parajes especialmente fructíferos. Cuando estalló la guerra civil en 1936, Odón de Buen se encontraba en Mallorca. Dados sus antecesores ideológicos, sufrió prisión de inmediato, hasta su canje por las hermanas Primo de Rivera. Cuando finalizó la contienda fijó su residencia en Banyuls, con cuya Estación Biológica había mantenido una estrecha y fructífera colaboración científica, y finalmente se marchó a México, donde falleció en 1945.
El regreso de las cenizas de Odón de Buen, tiene, pues, una profunda carga simbólica, tanto en lo político como en lo personal. Por un lado, es un recuerdo más del exilio al que se vio obligada toda esa generación de importantes intelectuales que existía en nuestro país y a la vez es un signo de la separación de una época en la que la intolerancia y en el enfrentamiento parecían ser la única vía de resolución de las diferencias. Por otro lado, y atendiendo a la dimensión humanista de nuestro personaje, el regreso de sus cenizas es también el regreso de un peregrino que vuelve a su lugar de origen para transmitir simbólicamente la luz recibida, difundir lo aprendido, y ser portador de lo que perdura por encima del tiempo y de la muerte.